Cada niño, niña y persona adulta desarrolla su potencial humano, y vive y convive en armonía y sin violencia.

La experiencia nos ha enseñado que el crecimiento de las personas se da básicamente en sus relaciones en el núcleo familiar.

Para que un niño, una niña, logren desarrollar al máximo su potencial, necesitan el acompañamiento de personas adultas sanas emocionalmente.

En un contexto familiar insano, las niñas y los niños quedan impregnados por una conciencia distorsionada de sí mismos-as, de manera que empiezan a tener conductas inadecuadas, permitidas por las personas
adultas con quienes viven.

Es la razón por la que trabajamos este modelo de atención, en el que las y los adultos necesitan modificar comportamientos, sanar heridas, ocupar su lugar en el sistema, para así poder ser las y los guías que sus hijos e hijas necesitan para su sano desarrollo físico, mental, emocional y espiritual.